Al
entrar en el apartamento pude ver y sentir que algo había sucedido en mi ausencia,
todo estaba movido, el tocadiscos tenía un disco de jazz que yo no había puesto, ademas no usaba; era de los primeros acetatos
que compre en uno de los viajes que hice a la capital,
el cenicero de vidrio que me regalo mi madre cuando supo que fumaba a
escondidas tenia dos colillas frescas de cigarrillo mentolado, yo había dejado
ese mal hábito hace diez años y lo guardaba para las visitas fumadoras en el
armario. Tenía la certeza de que ya sabían de mí, la persona sabia donde tenía
mis cosas. No fue un robo, todo estaba un poco movido; no faltaba nada, me
asome al balcón para ver si alguien me espiaba, no vi nada; afuera pasaban las
motos a toda velocidad, sirenas de la policía, y se escuchaba una serenata de
un mariachi algo distorsionado, Salí rápidamente a preguntarle a doña María mi
vecina si noto algo extraño y me respondió que no, Mijo yo pase lavando toda la
tarde y no se quien entro o salió de su casa, por cierto llamo su mamá, que
cuando se digna en ir a visitarla. Rápidamente le dije que gracias y Salí,
entre las madres se ponen de acuerdo para hacernos sentir mal a los hijos.
Esa noche
tarde mucho en dormir intentando recrear en mi memoria quien pudo haber entrado
en mi casa, ese o esa tiene la llave.
Ahora me
toca cambiar la chapa de la puerta, ¡con lo caro que sale!