lunes, 12 de diciembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
Ausencia
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges
lunes, 21 de noviembre de 2011
sin titulo...1.5
sábado, 19 de noviembre de 2011
Miradas
me gusta pasar la mayoría del día solo,
tengo a alguien con quien conversar
los recuerdos del espejo,
si me pierdo en la
habitación, ellos pasan
uno a uno como negativos.
el sabor del chocolate blanco
es la magia para los días soleados
para hoy estaría bueno una barra.
vivo esta ciudad desde la soledad de mi cuerpo,
nadie me espera en ksa,
es el misterio del abismo en que permanezco,
todo lo que busco lo encuentro en la calle,
películas porno, sincard a 4mil, tomate kilo a mil,
que zapata busca amor? lleve, lleve la pelota de moda.
no puedes llegar a descifrar mi vida,
no lo admito...
si quieres te invito a volar por el lado oscuro de mi habitación,
tengo una ventana que da hacia el poniente...
me gusta estar aquí,
ya que ahí afuera no hay lugares para hablar...
Bob
jueves, 17 de noviembre de 2011
martes, 18 de octubre de 2011
Megalópolis e Infierno
Por: Héctor Abad Faciolince
La primera vez que yo salí de una aldea grande llamada Medellín y de un país ensimismado en su propio ombligo llamado Colombia, fue a los 19 años, para vivir en México.
martes, 4 de octubre de 2011
Cerrado por derribo ...Joaquín Sabina
esta rumbita no sabe enamorar,
este rosario de cuentas infelices
calla más de lo que dice
pero dice la verdad.
Este almacén de sábanas que no arden,
este teléfono sin contestador,
la llamaré mañana, hoy se me hizo tarde,
esta forma tan cobarde
de no decirnos que no.
Este contigo, este sin ti tan amargo,
este reloj de arena del arenal,
esta huelga de besos, este letargo,
estos pantalones largos
para el viejo Peter Pan.
Esta cómoda sin braguitas de Zara,
el tour del Soho desde un rojo autobús,
estos ojos que no miden ni comparan
ni se olvidan de tu cara
ni se acuerdan de tu cruz.
No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir “condios” a los dos nos sobran los motivos.
Esta paya tan lejos de su gitano,
este penal del Puerto sin vis a vis,
esta guerra civil, este mano a mano,
estos moros y cristianos,
este muro de Berlín.
Este virus que no muere ni nos mata,
esta amnesia en el cielo del paladar,
la limusina del polvo por Manhattan,
el invierno en Mar del Plata,
los versos del Capitán.
Este hacerse mayor sin delicadeza,
esta espalda mojada de moscatel,
este valle de fábricas de tristeza,
esta espuma de certeza,
esta colmena sin miel.
Este borrón de sangre y de tinta china,
este baño sin rimmel ni nembutal,
estos huesos que vuelven de la oficina,
dentro de una gabardina
con manchas de soledad.
No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir “condios” a los dos nos sobran los motivos.
Carta a una señorita en París. Julio Cortázar
viernes, 30 de septiembre de 2011
sábado, 17 de septiembre de 2011
lunes, 5 de septiembre de 2011
SiCLas: A modo de reflexión
jueves, 1 de septiembre de 2011
RebelCallejeros: ¡NOS HEMOS MUDADO!
martes, 16 de agosto de 2011
De Rolling por la ciudad
Un viernes de agosto salí de Rolling con el Mauro Mesa, pedaleamos por el centro de la ciudad, del parque San Antonio al Parque Bolívar, al llegar al parque unos niños se sorprenden al ver mi bicicleta, -"que chimba de bicicleta", dice el mas sorprendido, -solo Rasta- anota el otro, nosotros nos miramos, - solo Bob-, reímos, EL ESTILO DE LA BICI ES PLAYERA Y RECIEN ESTA PINTADAD DE AMARILLO, una franja VERDE, otra ROJA, con dos chupas NEGRAS, uno de ellos, el mas parchado sale diciendo- la vandera rasta-, usted sabe que significa? pregunta a su amigo y nos mira, me pregunta a mi y dije que si acentuando con un pequeño movimiento de la cabeza, pero igual nosotros nos callamos, el chico de unos escasos 12 años de manera rápida nos sale con esto: Un hombre (NEGRO), fumando MARIHUANA (VERDE) BAJO EL SOL,(AMARILLO) CON LOS OJOS ROJOS... puedo confesar que no había escuchado jamás esta reflexión, quedamos muy sorprendidos el Mauro y yo al ver como este niño de manera espontánea nos hacia un clic, tremendo clic en ese momento.
Ya en la noche Amanda Picapiedra de Barcelona nos sorprende, pero esto será otro relato, del que ya tengo varias líneas
Bob Fakoly
Buda exploto por vergüenza
La película franco-iraní Buda exploto por vergüenza, nos cuenta la odisea de una niña afgana para comprar un cuaderno. El cuaderno es el pretexto para asistir a la escuela. Ya que no tiene lápiz, decide llevar el pintalabios de su madre, lo que provoca que unos niños, que juegan a ser talibanes, decidan apedrearla. Los niños de la aldea juegan a la guerra con ramas que hacen pasar por fusiles y cometas que representan cazas de combate. Pero no todo es de pega: en este juego, las piedras son de verdad. Cuando atrapan a Baktay, “la niña”, ya tienen a otras tres niñas encerradas en una cueva. Los motivos para retenerlas varían entre que opinan que una niña no debería ir a la escuela o que las pequeñas tienen los ojos demasiado bonitos, o una lamina de un jugador de fútbol.
Toda la película es una continuada metáfora, o quizá una alegoría, sobre la vida de las mujeres en esas comunidades, la guerra y la ausencia de libertad que supone convivir con los talibanes. Casi cada una de las frases que pronuncian los dos niños protagonistas podría servir para resumir el mensaje de la película: “No me han enseñado nada, he aprendido sola”. “Baktay, muérete, si no te mueres, no serás libre”. “No quiero jugar a apedrear”. “No me gusta jugar a la guerra”, expresiones dichas por niños muy pequeños, pero que están cargadas de sabiduría, y dolor, están viviendo una vida de grandes, la niña cuida a su hermano, pues la madre trabaja, y cuando decide ir a la escuela por sus propios medios se encuentra con una sociedad que margina, que excluye, y no mira a sus niños.
La parte más original es la de algo parecido al fanatismo, que empieza ya a hacer mella incluso entre tiernos infantes masculinos; porque Batkay encontrará en la escuela a un grupo de niños que juegan a la versión local de "indios y vaqueros", juegan a talibanes y mujeres que deben llevar burka (improvisados con bolsas de papel) y ser lapidadas por usar pintalabios; aunque hay momentos en que se incide en la crueldad infantil, está todo limpiado por cierta ingenuidad e inocencia, y de hecho los niños son capaces de cambiar de rol, y convertirse en norteamericanos en busca de peligrosos terroristas. La película es sencilla, y de lo sencilla es conmovedora. La crueldad de los niños y su mentalidad, el odio se les ve en la mirada, pero un odio que se da para sus amigos sus hermanos.
Juegan a una guerra en la que los adultos no tienen ni voz ni voto.
miércoles, 13 de julio de 2011
Silueta ...
BEATRIZ DE LOS SUEñOS.
(El que no sueña no vive sus pedacitos de maravilla)
Beatriz de los Sueños era la imaginación de la familia. Era muy silenciosa, se movía como flotando y se aparecía a sus hermanas en cualquier rincón de la casa, y siempre de sorpresa. Buscaba la soledad de los jardines, y los rincones tranquilos. Se pasaba horas enteras como ida con sus ‘pedacitos de maravilla’, como dicen que decía ella. Su mirada siempre estaba fija en algo muy lejano que nadie sabía lo que era, pero que debía ser muy lindo y estar muy lejos, o en ninguna parte, o quizás solo estuviera en su mirada. Siempre vestía de rojo. Dicen que era maravilloso lo que sucedía cuando Beatriz soñaba con los ojos abiertos.
Le cambiaba el color al cielo porque ella soñaba cielos de todos los colores. Dicen que, por sus sueños, un día en la lagunita de Bayajá apareció, reluciente al sol, un hombre en pie sobre una barca de flores tirada por tomeguines y canarios. Un día, porque ella lo soñó así, una rama cayó en el jardín frente a la casa, arraigó al instante, y al instante se hizo un árbol frondoso, cuyas hojas producían los más dulces sonidos. Y también una vez al lado de la casa, entre los cedros, se levantó una taza de mármol muy blanco de la que se elevaba un surtidor de veinte pies de altura que nunca se agotaba. Pero dicen que lo más maravilloso era cuando a Beatriz le daba por soñar con arco iris, porque el cielo todo se cubría de ellos.
Lo malo de los sueños de Beatriz era que duraban poquito, porque se desvanecían cuando ella dejaba de soñarlos. Dicen que Beatriz decía que al cielo se podía llegar agarrada de una sombrilla pero que había que tener cuidado, mucho cuidado con el viento gris que soplaba tan fuerte que no se sabía si era de rabia por lo felices sueños de Beatriz o por que se acercaba una fuerte tormenta, cuando esto sucedía Beatriz no podía soñar en dos noches seguidas. Por ser este el tiempo que el viento gris duraba enojado. También dicen que había sido la más enamorada de las viejitas y que había tenido muchos novios. Y dicen que ella decía que los sueños son como la sangre, que siempre está correteando por dentro de la carne.
Alejandra y ella eran las que les evocaban los novios a las demás viejitas. Y dicen que cuando Alejandra y Beatriz hablaban de eso, las viejitas suspiraban y quedaban todas desconcertaditas y los ojos se les ponían chiquitos y brillosos. Dicen que Beatriz siempre soñaba despierta, con los ojos abiertos, y que cuando los cerraba, se hacía de noche en el cielo y en la tierra.
PINTANDO EL CIELO DE COLORES.
Basado en el cuento
LAS VIEJITAS DE LAS SOMBRILLAS
MANUEL COFIÑO
Adaptación para Dramaturgia:
JUAN BERNARDO PALACIOS LEMOS
Dicen que una familia entera desapareció, Bueno, una familia no, porque eran nada más que siete viejitas que eran hermanas.
Vivían en el bosque por que la ciudad les parecía un lugar muy difícil de habitar, estar todo el tiempo respirando el humo de los carros, escuchando el ruido, salir por las calles donde se encuentra cantidad de peligros, tenían un sin número de peros que aquejaban mas la salud de las ancianas.
Su padre antes de morir y pensando en el futuro de sus hijas invirtió sus ahorros en un casita alejada de la ciudad, una pequeña casita con siete habitaciones, cocina, dos baños, una sala muy amplia, un balcón con muchos plantas florales y cerca a un gran bosque.
Ya el había visto el amor que se tenían que no dividió su herencia entre ellas, mas bien le pareció correcto dejarles algo para que permanecieran unidas el resto de la vida. Reunió a sus hijas el mismo día de su muerte y a cada una dijo lo buena e inteligente que era, me voy pero recuerden que estaré ahí cuando me necesiten, cerró los ojos y una silencio inundo la habitación.
Y es por esto que las siete viejitas han permanecido juntas hasta el día que desaparecieron, por que nadie sabe como ni por que se fueron las siete, solo una persona cree que el amor de su padre fue el que se las llevo a los cielos, pero la historia no comienza aquí, déjenme contarles la historia.
En una casita pintada de blanco, con una bandera bordada con los colores del arco iris flotando en el tejado, y rodeada de cedros, pinos y majaguas Vivian las viejitas. Casi nunca salían, y cuando lo hacían siempre llevaban quitasoles. Dicen que uno era amarillo, el otro rojo, el otro blanco, el otro violeta, el otro rosado, el otro verde y el otro naranja. Dicen que aunque eran muy viejitas, eran muy alegres y siempre salían juntas esto era algo de lo que las personas que Vivian cerca de la casa de las viejitas se sentían muy orgullosas.
Nadie sabía el porqué esa costumbre; seria porque como eran muy viejas la una necesitaba de la otra, y era por esto claro; el parecido hacia confundir a las personas en cuanto a la edad no se sabia cual era la mas vieja, pero cuentan que se llevaban un año cada una, se podía reconocer por las arrugas que resaltaban más en la cara de unas que en otras y que sus nombres tenían la primera letra según el orden del alfabeto para poder que su padre pudiera distinguirlas ya que en su avanzada edad le era difícil reconocer a tantas hijas por el nombre y por eso las llamo así:
ALEJANDRA, BEATRIZ, CATALINA, DAMIANA, EDILMA, FRANCY, GABRIELA. Era el nombre de cada una de las viejitas
Dicen que nadie les sabía el apellido; pero que como cada una tenía sus ocupaciones y quehaceres, los habitantes más cercanos las llamaban según sus actividades, para estas personas que no sabían nada de ellas les precia más conveniente, llamarlas de esta manera. El señor que les llevaba el mercado el más cercano, un día llamo a Alejandra, Alejandra de los recuerdos y así a todas le puso el apellido, ellas nunca se molestaron y aceptaron sin problemas. A Beatriz la llamo Beatriz de los Sueños, porque desde que llegaba la escuchaba contarle a sus hermanas los sueños de la noche anterior, con Catalina paso algo muy especial porque era la única que pasaba fuera de casa, hablando con alguien, el la pensó loca pero al darse cuenta, de que le hablaba a las plantas y cuando las veía muy triste le cantaba canciones, por esta sola razón la llamo Catalina de las Flores, con Damiana fue algo extraño, una mañana antes de despedirse, Damiana le dijo que le tenia el remedio para ese dolor que lo aquejaba, este se sorprendió demasiado, nunca le había dicho de sus dolencias; por este acto se gano el apellido de remedios, Damiana de los Remedios. Esta nunca estaba triste, tenia una sonrisa tan hermosa que no dudo en llamarla Edilma de los sonrisas. Y la que más ternura mostraba frente a los niños con los que recorría el jardín de Catalina de las flores, su manera de tratarlos y esa dedicación de maestra era claro que tenia que llevar este apellido de los Niños, Francy de los niños. Y como en familia numerosa que se respete debe haber una que defiende todo animal viviente Gabriela era la que llevaba esa bandera en la casa, le daba de comer a cuanto animal se acercaba a ella, y tenía un amor especial por los pájaros, que el hombre de los domicilios la llamo Gabriela de los Pájaros. Cada una de ella era un mundito dentro de toda esa constelación que era la casa,
ALEJANDRA DE LOS RECUERDOS.
(Vivir es ir guardando recuerdos en un saquito)
Alejandra de los Recuerdos era la memoria de la familia y por la mayor, sabía la historia de todas las hermanas y de todo el bosque. Era la única que algunas veces salía sola, a pesar del peligro que le traía el simple hecho de salir, no sabemos por que siempre que alguna de ellas lo intentaba, un fuerte viento empezaba a azotar el bosque, esto la llenaba de tristeza que se quedaba en casas. Vestía de amarillo para llenar de luz los días tristes. Siempre andaba pensativa y callada por que los recuerdos siempre le enseñaban algo o le querían decir algo que no podía evitar. Se movía casi sin hacer ruido, ya la vejes no le permitía moverse con tanta agilidad y en esto la aventajaban sus otras hermanas, ella la pobre intentaba contarle a sus demás hermanas el terrible mensaje que un día su padre le dijo la noche que el fuerte viento soplo, tengan cuidado con el viento gris. Cuando caminaba, su cuerpo iba hacia delante y sus pensamientos hacia atrás como la seda de una bandera llevada contra el viento.
Sus ojos siempre estaban húmedos pero alegres, y dicen que parecía que no veía lo que miraba, sino lo que pasaba detrás de sus ojos. Dicen que llevaba dentro un tiempo enorme que no se medía por días, ni por meses y ni siquiera por años.
A un lado de la casa, a la sombra de las copudas majaguas, había una carroza muy vieja, destartalada, sin ruedas y sin caballos, cubierta de telarañas y helechos. Dicen que era del bisabuelo de las viejitas un señor con mucho dinero. Y que cuando Alejandra se metía en la carroza se iban las telarañas, y los helechos se iban poniendo chiquitos hasta desaparecer, y que el desvencijado asiento de terciopelo azul se ponía brilloso y le nacían ribetes de oro. Y dicen que la carroza se iba poniendo nuevecita y echaba a andar por los caminos del bosque. Y que en el bosque entonces sucedían cosas muy raras. Aparecían y desaparecían los caminos, y a unos se les quitaba la hierba y a otros les crecía tanto que los tapaba. Y que unos árboles se ponían chiquitos, y otros brotaban y crecían ante su vista. Y que aparecían y desaparecían casas a los lados del camino. Dicen que era así porque todo se iba poniendo como lo recordaba Alejandra. Hay quien cuenta que a veces Alejandra se vio jovencita dentro de la carroza. Dicen que todo cambiaba al paso de Alejandra y que ella también cambiaba. Hay quien cuenta que hasta se volvía niña y que entonces no tenía la cabecita blanca, sino una rubia, ni la cara arrugada, sino una carita con los cachetes muy colorados. Pero dicen que el viento gris sentía rabia de ver a Alejandra tan feliz que soplaba con tanta fuerza que aquellos recuerdos se desvanecían, los arboles se balanceaban fuertemente de un lado para el otro, las aguas del rio se detenían, los pájaros huían de sus nidos, el caos se apoderaba del bosque, y por esto le tocaba regresar a casa, cuando bajaba de la carroza, otra vez el asiento azul perdía su brillo y se le borraban los ribetes de oro, y la carroza volvía a cubrirse de helechos y telarañas.
Alejandra adoraba el tiempo, y cuando al caer la tarde conversaba con sus hermanas, sentadas en el portal de la casita, los recuerdos se entre entrelazaban en el aire como las ramas de los árboles. Ella nunca les contaba a sus hermanas lo que sucedía con el viento gris, temía delo que pudiera llegar a pasar. Y para dejarlas tranquila se sentaba a conversar con Beatriz, nunca se sabía si recordaban o soñaban, cuando el viento gris se percataba de estas conversaciones soplaba fuerte y frio que ellas dejaban de lado la conversación y se marchaban a buscar abrigo, todo quedaba en silencio.
Me pierdo
medianoche del 02/01/2011
Me ha costado mucho escribir esta carta y escribirte un mail no he querido, por que será un puñal después…
Ahí va.
He tenido la valentía de volver al viejo barrio en el que inicio todo, saludos te mandaron todos, desde doña María, Mercedes, Rafael, doña señora y el juan’pa que pesa más que yo 57 kilos y te agrego al Facebook, espero lo agregues vos y hasta Rubí que se tinturo el pelo mas amarillo te mandan saludos, la verdad me hago daño con todo esto para ver si puedo iniciar de nuevo una nueva vida, no soy de amar toda la vida a nadie si no está a mi lado, soy de presencias, de realidades, tangibles, palpables; no virtuales y es doloroso leer que me amas, escuchar que me amas, no vale de nada es mentira, si me traicionaste, ya te perdone.
Ya no hay nada de nada si no estamos juntos, porque hasta casarnos habíamos planeado y por tus temores se arruino, PORQUE NO HE TERMINADO LA U Y AHORA MENOS QUE QUIERO TERMINAR, NO ME LA JUGUE POR VOS ESO ES LO QUE DICES? O tu familia que en ultimas se metió en lo nuestro y no tienen la culpa porque eres tú la niña amada…aprendiste mucho con migo y yo también, claro; eso no lo olvido.
Yo que desde hoy decidí salir con una de mis piedras en el bolsillo, UNO no Sabe de que me pueda salvar, que me puedo encontrar si el futuro no es inmediato, libre estoy de vos, pero te pienso y esto es lo loco, me impresione de este final, por encima de todo no espero respuesta pues tu no vas a venir y yo no voy a ir, mi camino ya no es el mismo, tiempo al tiempo pero estamos perdidos… no suponemos nada de nada, que dolor por este tiempo desordenado, desesperado, separado, enredado, duermo más pesado, antes que solo veía la luz y de una me ponía en pie, ahora ya no te espero.
Qué pena recordarte esto pero ya tendrás tiempo para perdonarme y yo a ti, fantasma del pasado que fue y no volverá…
Bueno
Esto es todo
Adiós
Posdata:
A donde quieras ir buena vibra por esos caminos.
Posdata 1: los caminos pocas veces se juntan… a no ser que te lleven al mismo lugar
Posdata 2: el mar
lunes, 11 de julio de 2011
¿A dónde vas?
..."Sobrellevar la familia fue difícil por eso disidí marcharme en silencio, sin dejar huella en una noche de sopor y sueño abandone el lugar para evitar las despedidas, y sobre todo la pregunta que no podría contestar, ¿a dónde vas? desde ese entonces no he regresado he huido y solo en la memoria mi casa ha quedado, matan, población fronteriza con Mauritania…"
Me levante en la mañana después de las 11 de la mañana, descanse mas de lo que esperaba y eso que la noche no fue tan agitada, sueños raros, energía rondando en la habitación, un aire de soledad con olor a sándalo, esta vez fue necesario quedarse callado, no tenia con quien hablar mientras cebaba un mate amargo, que fue todo esto, memorias cansadas, recuerdos que salían del cofre cerrado, ahora nada más que yo pendiente de lo que es importante.
Después cruce la puerta rumbo a la U, a entregar los CDs que me permitirán recibir mi título de Licenciado en Educación Básica énfasis en Educ. Artística y Cultural: Artes Representativas, no lo podía creer, ya todo está listo esto genera en mi nuevos retos, emprender nuevos proyectos, espero que todo salga bien, siento que ya no soy de aquí, ni de allá y lo que deseo es marcharme, agritos mi alma lo pide, ganarle tiempo a la vida.
Inicie este escrito con un texto creado por mi maestro Eduardo Sánchez Medina, para el proyecto Delta 3 que se realizo en la ciudad de Puebla México.
Aquí adentro hace frio, las luces de la ciudad se encienden de apoco y me acuerdo del “concha de su madre” “hijo de la chingada” y al tiro me acuerdo de lo bien que la pase.
Escrito en creación…
LA SEÑORA TORTUGA
La última vez que Federico vio a la señora tortuga llevaba la pesadez de los años en su caparazón, había llegado de los mares más fríos del norte, tenía tantas ganas de ponerse al sol en la arena toda la eternidad. En las playas paradisiacas del océano pacifico la pasaría de lo mejor, ya había sufrido mucho debido a los cambios climáticos, los barcos pesqueros, los ataque de tiburones y ballenas, a estas horas solo esperaba descansar.
No tenía miedo, tenía todo controlado, detrás de ella un ejército a su mando y venia en camino un escuadrón más, si alguien se quería acercar con alas intenciones, podría darse por muerto.
En tierra firme todos los comandantes le daban parte de las escuadras, heridos por ataques de tiburones 12, muertos 32, desaparecidos 26, en fila 164. El himno sonó con tanta euforia que los habitantes de bahía se quedaron sorprendidos, habían llegado, con trámites y todos los permisos en orden su estadía ya estaba segura, el cielo los recibió y calentó más de lo acostumbrado, dentro de tres lunas el momento llegaría, un espectáculo que solo se da en una época del año, la magia del desove, la señora tortuga volvió, gritaban los ancianos, los niños en medio de la algarabía no podían ser controlados por sus padres, los amantes del mar, se besan con tanta emoción que un olor agradable inundaba todo a su alrededor…
CUENTO EN PROCESO.
jueves, 23 de junio de 2011
miércoles, 8 de junio de 2011
Disco Stu Ultimate Club: FIN DE TEMPORADA
domingo, 29 de mayo de 2011
sábado, 28 de mayo de 2011
A la puta que llevó mis poemas
los remordimientos personales,
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero
¡POR DIOS!
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias!
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores!
¡Es intolerable!
¿Tratas de joderme como a los demás?
¿Por qué no te llevaste mejor mi dinero?
Usualmente lo sacan de los dormitorios y de los pantalones borrachos y enfermos en el rincón.
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de 50,
pero no mis poemas.
No soy Shakespeare
pero puede ser que algún día ya no escriba más,
abstractos o de los otros.
Siempre habrá dinero y putas y borrachos
hasta que caiga la última bomba,
pero como dijo Dios,
cruzándose de piernas:
veo que he creado muchos poetas pero no mucha poesía.
Charles Bukowski
La chica más guapa de la ciudad, Charles Bukowski
- Cass era la más joven y la más guapa de cinco hermanas. Cass era la chica más guapa de la ciudad. Medio india, con un cuerpo flexible y extraño, un cuerpo fiero y serpentino y ojos a juego. Cass era fuego móvil y fluido. Era como un espíritu embutido en una forma incapaz de contenerlo. Su pelo era negro y largo y sedoso y se movía y se retorcía igual que su cuerpo. Cass estaba siempre muy alegre o muy deprimida. Para ella no había término medio. Algunos decía que estaba loca. Lo decían los tontos. Los tontos no podían entender a Cass. A los hombres les parecía simplemente una maquina sexual y no se preocupaban de si estaba loca o no. Y Cass bailaba y coqueteaba y besaba a los hombres pero, salvo un caso o dos, cuando llegaba la hora de hacerlo, Cass se evadía de algún modo, los eludía.
Sus hermanas la acusaban de desperdiciar su belleza, de no utilizar lo bastante su inteligencia, pero Cass poseía inteligencia y espíritu; pintaba, bailaba, cantaba, hacía objetos de arcilla, y cuando la gente estaba herida, en el espíritu o en la carne, a Cass le daba una pena tremenda. Su mente era distinta y nada más; sencillamente, no era práctica. Sus hermanas la envidiaban porque atraía a sus hombres, y andaban rabiosísimas porque creían que no se sacaba todo el partido posible. Tenía la costumbre de ser buena y amable con los feos; los hombres considerados guapos le repugnaban: “No tienen agallas -decía ella-. No tienen nervio. Confían siempre en sus orejitas perfectas y en sus narices torneadas… todo fachada y nada dentro…” Tenía un carácter rayando la locura; un carácter que algunos calificaban de locura.
Su padre había muerto del alcohol y su madre se había largado dejando solas a las chicas. Las chicas se fueron con una pariente que las metió en un colegio de monjas. El colegio había sido un lugar triste, más para Cass que para sus hermanas. Las chicas envidaban a Cass y Cass se peleó con casi todas. Tenía señales de cuchilladas por todo el brazo izquierdo, de defenderse en dos peleas. Tenía también una cicatriz imborrable que le cruzaba la mejilla izquierda; pero la cicatriz, en vez de disminuir su belleza, parecía por el contrarío, realzarla.
Yo la conocí en el bar West End unas noches después de que la soltaran del convento. Al ser la más joven, fue la última hermana que soltaron. Sencillamente entró y se sentó a mi lado. Yo quizá sea el hombre más feo de la ciudad, y puede que esto tuviera algo que ver con el asunto.
- ¿Tomas algo?
- Claro, ¿Por qué no?
No creo que hubiese nada especial en nuestra conversación esa noche, era sólo el sentimiento que Cass transmitía. Me había elegido y no había más. Ninguna presión. Le gustó la bebida y bebió mucho. No parecía tener edad, pero de todos modos le sirvieron. Quizás hubiese falsificado el carnet de identidad, no sé. En fin, lo cierto es que cada vez que volvía del retrete y se sentaba a mi lado yo sentía cierto orgullo. No sólo era la mujer más bella de la ciudad, sino también una de las más bellas que yo había visto en mi vida. Le eché el brazo a la cintura y la besé una vez.
- ¿Crees que soy bonita?- preguntó.
- Sí, desde luego. Pero hay algo más… algo más que tu apariencia…
- La gente anda siempre acusándome de ser bonita. ¿Crees de veras que soy bonita?
- Bonita no es la palabra, no te hace justicia.
Buscó en su bolso. Creía que buscaba el pañuelo. Sacó un alfiler de sombrero muy largo. Antes de que pudiese impedírselo, se había atravesado la nariz con él, de lado a lado, justo sobre las ventanillas. Sentía repugnancia y horror.
Ella me miró y se echó a reír.
- ¿Crees ahora que soy bonita? ¿Qué piensas ahora, eh?
Saqué el alfiler y puse mi pañuelo sobre la herida. Algunas personas, incluido el encargado, habían observado la escena. El encargado se acercó.
-Mira -dijo a Cass-, si vuelves a hacer eso te echo. Aquí no necesitamos tus exhibiciones.
- ¡Vete a la mierda, amigo! -dijo ella.
- Será mejor que la controles -me dijo el encargado.
- No te preocupes -dije yo.
- Es mi nariz -dijo Cass-, puedo hacer lo que quiera con ella
- No -dije-, a mí me duele.
- ¿Quieres decir que te duele a ti cuando me clavo un alfiler en la nariz?
- Sí, me duele, de veras.
- De acuerdo, no lo volveré a hacer. Ánimo.
Me besó, pero como riéndose un poco en medio del beso y sin soltar el pañuelo de la nariz. Cuando cerraron nos fuimos a donde yo vivía. Tenía un poco de cerveza y nos sentamos a charlar. Fue entonces cuando pude apreciar que era una persona que rebosaba bondad y cariño. Se entregaba sin saberlo. Al mismo tiempo, retrocedía a zonas de descontrol e incoherencia. Esquizoide. Una esquizo hermosa y espiritual. Quizás algún hombre, algo acabase destruyéndola para siempre. Esperaba no ser yo.
Nos fuimos a la cama y cuando apagué las luces me preguntó:
- ¿Cuándo quieres hacerlo, ahora o por la mañana?
- Por la mañana -dije, y me di la vuelta.
Por la mañana me levanté, hice un par de cafés y le llevé uno a la cama.
Se echó a reír.
- Eres el primer hombre que conozco que no ha querido hacerlo por la noche.
- No hay problema -dije-. En realidad no tenemos por que hacerlo.
- No, espera, ahora quiero yo. Déjame que me refresque un poco.
Se fue al baño. Salió enseguida, realmente maravillosa, largo pelo negro resplandeciente, ojos y labios resplandecientes, toda resplandor… Se desperezó sosegadamente, buena cosa. Se metió en la cama.
- Ven, amor.
Fui.
Besaba con abandono, pero sin prisa. Dejé que mis manos recorriesen su cuerpo. Acariciasen su pelo. La monté. Su carne era cálida y prieta. Empecé a moverme despacio y queriendo que durara. Ella me miraba a los ojos.
- ¿Cómo te llamas? -pregunté.
- ¿Qué diablos importa? -preguntó ella.
Solté una carcajada y seguí. Después se vistió y la llevé en coche al bar, pero era difícil olvidarla. Yo no trabajaba y dormí hasta las dos y luego me levanté y leí el periódico. Cuando estaba en la bañera, entro ella con una hoja: una oreja de elefante.
- Sabía que estabas en la bañera -dijo-, así que te traje algo para tapar esa cosa, hijo de la naturaleza.
Y me echó encima, en la bañera, la hoja de elefante.
- ¿Cómo sabías que estaba en la bañera?
- Lo sabía.
Cass llegaba casi todos los días cuando yo estaba en la bañera. No era siempre la misma hora, pero raras veces fallaba, y traía la hoja de elefante. Y luego hacíamos el amor.
Telefoneó una o dos noches y tuve que sacarla de la cárcel por borrachera y pelea pagando la fianza.
- Esos hijos de puta – decía-, sólo porque te pagan unas copas creen que pueden echarte mano a las bragas.
- La culpa la tienes tú por aceptar la copa
- Yo creía que se interesaba por mí, no sólo por mi cuerpo.
- A mí me interesas tú y tu cuerpo. Pero dudo que la mayoría de los hombres puedan ver más allá de tu cuerpo.
Dejé la ciudad y estuve fuera seis meses, anduve vagabundeando; volví. No había olvidado a Cass ni un momento, pero habíamos tenido algún tipo de discusión y además yo tenía ganas de ponerme en marcha, y cuando volví pensé que se habría ido; pero no llevaba sentado treinta minutos en el West End cuando ella llegó y se sentó a mi lado.
- Vaya, cabrón, has vuelto.
Pedí un trago para ella. Luego la miré. Llevaba un vestido de cuello alto. Nuca la había visto así. Y debajo de cada ojo, clavado, llevaba un alfiler de cabeza de cristal. Sólo se podían ver las cabezas de los alfileres, pero los alfileres estaban clavados.
- Maldita sea, aún sigues intentando destruir tu belleza….
- No, no seas tonto, es la moda.
- Estas chiflada.
- Te he echado de menos -dijo
- ¿Hay otro?
- No, no hay ninguno. Solo tú. Pero ahora hago la vida. Cobro diez billetes. Pero para ti es gratis.
- Sácate esos alfileres.
- No, es la moda.
- Me hace muy desgraciado.
- ¿Estás seguro?
- Sí, mierda, estoy seguro.
Se sacó lentamente los alfileres y los guardo en el bolso.
- Porque la gente cree que es todo lo que tengo. La belleza no es nada. La belleza no permanece. No sabes la suerte que tienes siendo feo, porque si le agradas a alguien sabes que es por otra cosa.
- Vale -dije-, tengo mucha suerte.
- No quiero decir que seas feo. Sólo que la gente cree que lo eres. Tienes una cara fascinante.
- Gracias.
Tomamos otra copa.
- ¿Qué andas haciendo? -preguntó.
- Nada. No soy capaz de apegarme a nada. Nada me interesa.
- A mí tampoco. Si fueses mujer podrías ser puta.
- No creo que quisiera establecer un contacto tan íntimo con tantos extraños. Debe ser un fastidio.
- Tienes razón, es fastidioso, todo es fastidioso
Salimos juntos, por la calle, la gente aún miraba a Cass. Aún era una mujer hermosa, quizá más que nunca.
Fuimos a casa y abrí una botella de vino y hablamos. A Cass y a mí, siempre nos era fácil hablar. Ella hablaba un rato yo escuchaba y luego hablaba yo. Nuestra conversación fluía fácil sin tensión. Era como si descubriésemos secretos juntos. Cuando descubríamos uno bueno, Cass se reía con aquella risa…, de aquella manera que sólo ella podía reírse. Era como el gozo del fuego. Y durante la charla nos besábamos y nos arrimábamos. Nos pusimos muy calientes y decidimos irnos a la cama. Fue entonces cuando Cass se quito aquel vestido del cuello alto y lo vi… Vi la mellada y horrible cicatriz que le cruzaba el cuello. Era grande y ancha.
- Maldita sea, condenada, ¿Qué has hecho? -dije desde la cama
- Lo intenté con una botella rota una noche. ¿Ya no te gusto? ¿Soy bonita aún?
La arrastré a la cama y la besé. Me empujo y se echo a reír:
- Algunos me pagan los diez y luego, cuando me desvisto no quieren hacerlo. Yo me quedo los diez. Es muy divertido.
- Sí -dije-, no puedo parar de reír… Cass, zorra, te amo… deja de destruirte; eres la mujer con más vida que conozco.
Volvimos a besarnos. Cass lloraba en silencio. Sentí las lágrimas. Sentí aquel pelo largo y negro tendido bajo mí como una bandera de muerte. Disfrutamos e hicimos un amor lento y sombrío y maravilloso.
Por la mañana, Cass estaba levantada haciendo el desayuno. Parecía muy tranquila y feliz. Cantaba. Yo me quedé en la cama gozando su felicidad. Por fin, vino y me zarandeó.
- ¡Arriba, cabrón! ¡Chapúzate con agua fría la cara y la polla y ven a disfrutar del banquete!
Ese día la llevé en coche a la playa. No era un día de fiesta y aún no era verano, todo estaba espléndidamente desierto. Vagabundos playeros en andrajos dormían en la arena. Había otros sentados en bancos de piedra compartiendo una botella solitaria. Las gaviotas revoloteaban, estúpidas pero distraídas. Ancianas de setenta y ochenta, sentadas en los bancos, discutiendo ventas de fincas dejadas por maridos asesinados mucho tiempo atrás por la angustia y la estupidez de la supervivencia. Había paz en el aire y paseamos y estuvimos tumbados por allí y no hablamos muchos. Era agradable simplemente estar juntos. Compré bocadillos, patatas fritas y bebidas y nos sentamos a beber en la arena. Luego abracé a Cass y dormimos así abrazados un rato. Era mejor que hacer el amor. Era como fluir juntos sin tensión. Luego volvimos a casa en mi coche y preparé la cena. Después de cenar, sugerí a Cass que viviésemos juntos. Se quedó mucho rato mirándome y luego dijo lentamente “NO”. La llevé de nuevo al bar, le pagué una copa y me fui.
Al día siguiente, encontré un trabajo como empaquetador en una fabrica y trabajé todo lo que quedaba de semana. Estaba demasiado cansado para andar mucho por ahí, pero el viernes por la noche me acerqué al West End. Me senté y esperé a Cass. Pasaron horas. Cuando estaba ya bastante borracho, me vio el encargado.
- Siento lo de tu amiga.
- ¿El qué? -pregunté.
- Lo siento. ¿No lo sabías?
- No
- Suicidio, la enterraron ayer.
- ¿Enterrada? -pregunté. Parecía como si fuese a aparecer en la puerta de un momento a otro. ¿Cómo podía haber muerto?
- La enterraron las hermanas
- ¿Un suicidio? ¿Cómo fue?
- Se cortó el cuello.
- Ya. Dame otro trago.
Estuve bebiendo allí hasta que cerraron. Cass, la más bella de las cinco hermanas, la chica más guapa de la ciudad. Conseguí conducir hasta casa sin poder dejar de pensar que debería haber insistido en que se quedara conmigo en vez de aceptar aquel “NO”. Todo en ella había indicado que le pasaba algo. Yo sencillamente había sido demasiado insensible, demasiado despreocupado. Me merecía mi muerte y la de ella. Era un perro. No, ¿por qué acusar a los perros? Me levanté, busqué una botella de vino, bebí lúgubremente. Cass, la chica más guapa de la ciudad muerta a los veinte años.
Fuera, alguien tocaba la bocina de un coche. Unos bocinazos escandalosos, persistentes. Dejé la botella y aullé “¡MALDITO SEAS, CONDENADO HIJO DE PUTA, CALLATE YA!”.
Y seguía avanzando la noche y yo nada podía hacer.
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