Megalópolis e Infierno
Por: Héctor Abad Faciolince
La primera vez que yo salí de una aldea grande llamada Medellín y de un país ensimismado en su propio ombligo llamado Colombia, fue a los 19 años, para vivir en México.
Antídotos: por impopular que sea entre los dueños de carro, el pico y placa es necesario y debería ser más duro. El transporte público tiene que ser excelente (en metro liviano, bus, tranvías); las ciclovías se deben ampliar y articular como una red, incluso en lomas. Se deben brindar servicios, educación y cultura en los pueblos y en las ciudades intermedias. El modelo alemán o italiano (muchas ciudades pequeñas y medianas), debe auspiciarse por encima de la megalópolis que devora todos los recursos en grandes obras para el automóvil. Violencia y desplazados del campo son el alimento para el cáncer de la superciudad. En estas elecciones regionales que vienen en Colombia, tendríamos que votar por alcaldes y gobernadores que defiendan el campo, la bicicleta, la vida ecológica, el transporte público de gran calidad, contra las megaobras para el automóvil. La ciudad de México es el modelo de lo que no se debe hacer. Hay que usar más los dos pies, las dos ruedas, y menos los carros. Si no nos espabilamos, nuevos DFs son el infierno futuro de toda Latinoamérica.