El colegio quedaba pasando el
cementerio, ¿pueden imaginar lo perturbador que es ir a clases todos los días y
tener que pasar por el lugar con tantos personajes bajo tierra?, los malos, los
no tan malos y mis familiares.
Mis padres no tenían cómo pagar un transporte diario a la escuela, así que me encomendaba a la virgen santísima
y caminaba… nunca pensé en cuantos kilómetros hacia al día, o a la semana incluso
haciendo los cálculos al año podría tener buen estado físico como para ir y volver al mar, inclusive llegar a las olimpiadas.
Salía del pueblo, con mi pequeña mochila verde caqui, las
zapatillas empolvadas y la camisa blanca curtida, siempre intentaba pensar en
los dibujos animados, en Popeye, Conan el niño del futuro, una aventura doblada
al español muy buena, pensaba en cosas que me alentaran a atravesar ese lugar.
Cruzaba por la calle del
comercio y me detenía a mirar en los últimos cachivaches traídos de la capital,
soñaba con tener la bicicleta BMX roja de moda, todo un espectaculo, con ella todos mis problemas estarían
resueltos, volviendo a la realidad era mucho lo que me tocaría ahorrar para cumplir
ese sueño; llegando al puente principal me iniciaba un dolorcito de cabeza, que
se incrementa al pasar por la unidad deportiva, a esas horas de la mañana se puede ver a todos los pelaos que sueñan con estar en el profesionalismo pateando un balón,
a los atletas por los cuales tengo un gran respeto, al lado se ve el pequeño aeropuerto, con
dos vuelos diarios, en la mañana y en la tarde, une al pueblo con la capital
en tan solo cuarenta y cinco minutos.
Y, ahí estaba, el cementerio
del pueblo, por su aspecto siempre da la
impresión de estar abandonado, la maleza lo cubre por completo. Cada
tanto se escuchaban historias de
fantasmas, la más repetida es la del hombre que sale a la carretera que comunica con los demás municipios de la
zona, en búsqueda de algún aventón fuera de su tumba, y que asusta a los
conductores causando accidentes graves algunos con muerto incluido; los que corren con
suerte son aquellos que detienen su marcha y recogen al muerto llevándolo a su destino.
Durante mis primeros días de
clase como en cuarto año me preguntaba – ¿a quién se le ocurre construir una
escuela pública después de un cementerio?
La otra pregunta que me hacía
era - ¿de tantos colegios que hay en este pueblo, Por qué tengo que asistir al más
lejos? Preguntas que no tenían respuestas.
Estando ya en el recreo todos
mis miedos desaparecen, mis compañeros parecían no sentir lo mismo y eso que atravesaban
los mismos lugares que yo. Después de las materias serias la que disfrutaba aún
más era Educación Artística, resulta que me desenvuelvo muy bien, bailo y actúo, y declamo, cosas que para los pelaos de mi edad les costaba mucho.
En la vida se suele ir hilvanando
a medida que transcurre en cada puntada los recuerdos, ahora ando alejado de
esas calles, he dejado el uniforme escolar, con la mochila colgado tras la puerta. Sin traicionarme aún
sigo por ahí formando mi propio carácter, el de vagabundo solitario alejado del
circo.
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