El arte de perder no cuesta tanto irlo aprendiendo
(insisten las cosas hasta tal punto en perderse, que el llanto
por ellas dura poco).
Y el espanto por perder algo cada día,
rosas que se deshojan, horas, llaves, cuanto
pueda ocurrírsele a uno, no es tanto.
Practica entonces perder más, y goza el ritmo de la pérdida, su encanto:
pierde ciudades, nombres, y en Lepanto pierde una mano, un destino, una moza:
nada de esto será para tanto.
Perdí el reloj de mi madre, y el manto con que cubría mis hombros,
la loza en que tomaba el té, pero igual canto.
Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto de lo más bien tanta pérdida.
Es cosa de acostumbrarse: no, no es para tanto.
Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto y tu cariño perder,
dolorosa prueba sería, pero nunca tanto
(aunque parezca condena espantosa).
Elizabeth Bishop
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