miércoles, 13 de julio de 2011

ALEJANDRA DE LOS RECUERDOS.

(Vivir es ir guardando recuerdos en un saquito)

Alejandra de los Recuerdos era la memoria de la familia y por la mayor, sabía la historia de todas las hermanas y de todo el bosque. Era la única que algunas veces salía sola, a pesar del peligro que le traía el simple hecho de salir, no sabemos por que siempre que alguna de ellas lo intentaba, un fuerte viento empezaba a azotar el bosque, esto la llenaba de tristeza que se quedaba en casas. Vestía de amarillo para llenar de luz los días tristes. Siempre andaba pensativa y callada por que los recuerdos siempre le enseñaban algo o le querían decir algo que no podía evitar. Se movía casi sin hacer ruido, ya la vejes no le permitía moverse con tanta agilidad y en esto la aventajaban sus otras hermanas, ella la pobre intentaba contarle a sus demás hermanas el terrible mensaje que un día su padre le dijo la noche que el fuerte viento soplo, tengan cuidado con el viento gris. Cuando caminaba, su cuerpo iba hacia delante y sus pensamientos hacia atrás como la seda de una bandera llevada contra el viento.

Sus ojos siempre estaban húmedos pero alegres, y dicen que parecía que no veía lo que miraba, sino lo que pasaba detrás de sus ojos. Dicen que llevaba dentro un tiempo enorme que no se medía por días, ni por meses y ni siquiera por años.

A un lado de la casa, a la sombra de las copudas majaguas, había una carroza muy vieja, destartalada, sin ruedas y sin caballos, cubierta de telarañas y helechos. Dicen que era del bisabuelo de las viejitas un señor con mucho dinero. Y que cuando Alejandra se metía en la carroza se iban las telarañas, y los helechos se iban poniendo chiquitos hasta desaparecer, y que el desvencijado asiento de terciopelo azul se ponía brilloso y le nacían ribetes de oro. Y dicen que la carroza se iba poniendo nuevecita y echaba a andar por los caminos del bosque. Y que en el bosque entonces sucedían cosas muy raras. Aparecían y desaparecían los caminos, y a unos se les quitaba la hierba y a otros les crecía tanto que los tapaba. Y que unos árboles se ponían chiquitos, y otros brotaban y crecían ante su vista. Y que aparecían y desaparecían casas a los lados del camino. Dicen que era así porque todo se iba poniendo como lo recordaba Alejandra. Hay quien cuenta que a veces Alejandra se vio jovencita dentro de la carroza. Dicen que todo cambiaba al paso de Alejandra y que ella también cambiaba. Hay quien cuenta que hasta se volvía niña y que entonces no tenía la cabecita blanca, sino una rubia, ni la cara arrugada, sino una carita con los cachetes muy colorados. Pero dicen que el viento gris sentía rabia de ver a Alejandra tan feliz que soplaba con tanta fuerza que aquellos recuerdos se desvanecían, los arboles se balanceaban fuertemente de un lado para el otro, las aguas del rio se detenían, los pájaros huían de sus nidos, el caos se apoderaba del bosque, y por esto le tocaba regresar a casa, cuando bajaba de la carroza, otra vez el asiento azul perdía su brillo y se le borraban los ribetes de oro, y la carroza volvía a cubrirse de helechos y telarañas.

Alejandra adoraba el tiempo, y cuando al caer la tarde conversaba con sus hermanas, sentadas en el portal de la casita, los recuerdos se entre entrelazaban en el aire como las ramas de los árboles. Ella nunca les contaba a sus hermanas lo que sucedía con el viento gris, temía delo que pudiera llegar a pasar. Y para dejarlas tranquila se sentaba a conversar con Beatriz, nunca se sabía si recordaban o soñaban, cuando el viento gris se percataba de estas conversaciones soplaba fuerte y frio que ellas dejaban de lado la conversación y se marchaban a buscar abrigo, todo quedaba en silencio.

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